sábado, 13 de octubre de 2012

Capitulo 32.

Cuando llegué a Dublin, tuve que coger un tren hacia a Mullingar, como ya conocía un poco Irlanda, pude guiarme entre toda la gente que entraba y salía del aeropuerto. El tiempo se me hizo eterno en el tren, me resultaba incómodo ser la única chica joven de aquel vagón, la mayoría eran familias y señores mayores. Me recordaba a cuando mi familia estaba completa, miraba tras la ventana y pensaba en los viajes entren que tenía con mis padres en navidades, que las mañanas de mis cumpleaños aparecía en mi habitación con un paquete envuelto y una taza de chocolate, era perfecto, en ese momento sentí como me empezaban a caer lágrimas silenciosas por la cara, '¿Y si hubiera tenido al bebé, hubiera hecho los mismo en sus cumpleaños?' '¿Hubiera sido una buena madre, tan buena madre como lo fue la mía?'. Me limpié las lágrimas y deje de cuestionarme cosas que, sabía, no debía hacer. Durante todo el trayecto estuve con la mirada en el suelo, y las manos entrelazadas, la presencia de alguien sentándose a mi lado hizo que cambiara de postura.
-¿Porque tan sola?
La mire extrañada, era una señora no muy mayor, no tenía mas de cuarenta y cinco años, sus ojos se parecían tanto a los de mi madre, que hicieron que volviera a llorar, me tape la cara con las manos y sentís su brazo rodear mi espalda, sin esperar dos segundos, apoye mi cara llorosa en su pecho y la abracé como si la conociera de toda la vida.
-Eh, cielo, tranquila, ¿como te llamas?
-E...Eva - dije apartándome de ella -, lo siento, no quería molestarla, no era mi intención...
-No importa hija,  - empezó a sonreír -, me he acostumbrado a estas depresiones, ¿es un chico?  ¿quizá...una chica?
-No, no, por supuesto que no - me limpié las lágrimas entre risas -, recuerdos, solo eso.
-Mi hija también solía tener depresiones constantes, me llegué a acostumbrar a dormir con ella cada noche porque le habían engañado, o el chico que le gustaba salía con su mejor amiga, cosas así, pero nunca me puso esta escusa, si me permites preguntarte, ¿que tipo de recuerdos?
-Recuerdos...recuerdos bonitos, recuerdos familiares, mas que nada.
-¿Bonitos? ¿Y por que llorabas cielo?
-Por la emoción que me provocaban los recuerdos, siento haberla molestado de verdad.
-No importa,- me dijo sonriente - ¿vas a Mullingar?
-Sí, voy a casa de un amigo.
-¿Y ese amigo tiene que ver en tus recuerdos?
-Sí - empecé a reír.
-Me alegra haberte hecho reír, bueno cielo, me tengo que ir, mi marido me espera, espero que te lo pases bien en Mullingar.
-Gracias, me ha gustado hablar con usted, muchas gracias.
Me dedicó una última sonrisa cuando cerró la puerta que separaba mi vagón de los baños, su cara me resultó bastante familiar, los ojos que tenía eran los de mi madre, estaba completamente segura. En sí, ella se parecía tanto a mi madre, o era lo que mis ojos cegaban al recordarla tan seguidamente esos últimos días.
Después de hablar con aquella señora, pensamientos inocuos dejaron de aparecer por mi cabeza, el paisaje de detrás de la ventana era precioso, a partir de ahí el viaje se me hizo muy corto.


En cuanto encontré un taxi que me llevase a la dirección de Niall, me monté y entable una pequeña conversación con el conductor, mas que una conversación fue un intercambio, me llevaba gratis a su casa, si yo le conseguía un autógrafo de alguno de los chicos, a sus hijas, accedí, no iba costar mucho pedirle una firma a Niall... o a Harry, me dijo que vendría a buscarme de nuevo la siguiente mañana, si no le daba lo que el me pedía, le tendría que pagar las veinte libras que me costaba el viaje, me guardé los nombres de sus hijas en la cabeza, esperaba que no se me olvidasen.
Cuando me dijo que ya habíamos llegado, el corazón se me puso a mil, en ese momento pensaba en volver a montarme en el taxi, darle las 40 libras totales que me costaría volver a la estación e ir a Dublin, coger el primer avión a Londres y meterme otra vez en la habitación sin volver a salir. Pero no lo hice, eso hubiera sido de cobardes, y lo era, pero tenía un límite. La mirada del taxista me hizo recordar el pacto que habíamos hecho, asentí y se alejo con el coche.
Cogí el mango de la maleta y, decidida, crucé la calle para tocar aquella puerta de color marrón claro, aparentaba no tener ninguna mano de pintura, por lo que el aspecto de madera hacía la casa mucho mas elegante. Al estar a un paso de la puerta, me detuve y empecé a pensar que era lo que iba a pensar Harry de mi aparición sorpresa ahí, donde se suponía que no tenía que estar, donde se suponía que yo no sabía que estaba él, pensaba en sí sería capaz de echarme de ahí o sencillamente ignorarme, pensaba en que quizá aquellas cartas, aquellas palabras que escribió en ambas cartas, solo eran eso, palabras...
Pero tenía que arriesgarme, no podía seguir siendo una estúpida que se echa atrás en cuanto ve que no solo hay una opción, tenía que tocar esa puerta y esperar... y esperar lo que sea, sea bueno o sea malo. Tenía que llamar a aquella puerta, y lo hice, o bueno, lo intente, porque en cuanto mi puño iba a chocar con la preciosa madera, sus ojos se toparon con los míos haciendo que mi mano bajase y que soltase el mango de la maleta, lo mismo paso con él que dejo caer un plato con un bizcocho encima, no podía gesticular ninguna sonrisa, aunque en ese momento deseaba mas que nada sonreír, lo único que podía hacer era expulsar mi alegría mediante lágrimas, y su reacción de contenerme, fue abrazándome. 

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