viernes, 17 de agosto de 2012

Capitulo 4.

La falta de experiencia en cuanto a compañías, me estaba jugando una mala pasada. De qué se suponía que podía hablarle, no tenía algo en mente, hacía mucho que no me relacionaba con nadie excepto con mi familia. Durante el camino lo único que hablamos fueron las respuestas de las preguntas de mi hermano. Poco se me ocurría a mi, no sabía si lo que pensaba en decirle estaba bien, y prefería quedarme callada. Por otro lado él tampoco puso de su parte, en algún momento me dijo que lo sentía por lo de mis padres, y yo solo le sonreía, intentando que pareciese un "no importa" pero después de eso, nada. Un pulcro silencio rodeó nuestro al rededor, algún grupo de chicas se le acercaban para tomarse fotos con él, pero yo no preguntaba, tendría sus razones, y yo no era muy preguntona en esos casos. Lo único que oía de refilón, eran "te quieros, te amos y estamos enamoradas de ti". A ver el chico era guapo, sus ojos eran preciosos, y el pelo rizado le hacía más encantador, pero yo no me fijaba en le físico de un chico, y ni mucho menos de no conocerlo de nada. No entendí nada de lo que pasaba mientras caminábamos hacia mi casa. Y, a parte, aunque lo hubiera conocido de antes, en esos momentos yo había dejado el tema amoroso en rincón muy apartado.
-Hemos llegado -  dije suspirando -, gracias por acompañarme -  intenté que no se me notasen las mejillas rojas, ya que era lo único que había dicho durante el camino, una simple despedida.
-No me ha importado, tranquila - dijo mostrándome otra de sus cualidades, una sonrisa perfecta.
Yo también sonreí tontamente y entre en casa con mi hermano.
Para mi sorpresa mi tía no estaba, y había una nota en la nevera,
"Lo siento Eva, me llamaron con urgencia del trabajo, Emma esta en la casa de la señora Kinddle, cuando recibí tu mensaje estaba ya saliendo, y no quise preocuparte, un beso"
Me asusté, la falta de mi hermana hizo que me alterara, salí corriendo a la casa de la señora Kinddle, aunque dudé unos segundos antes de abrir otra vez la puerta, pensé que igual el chico del pelo rizado seguiría ahí, pero no.
Desde dónde estaba yo, no veía ninguna luz encendida, me asusté aún más, tenía la  mano de mi hermano agarrada con fuerza, toqué la puerta bastante fuerte y nadie me abrió. Toque una vez más y la señora Kinddle apareció con una bata de color rosa que la tapaba hasta los tobillos, suspiré al recuperar algo de tranquilidad.
-¿Que pasa, hija?
-Lo siento, ¿mi hermana esta con usted?
-Si, hija, pero no hacía falta tanto alboroto, no me la iba a quedar. - dijo invitándome a entrar, después de ver la casa de Louis y los otros dos, esa casa se me hacía pequeña e incluso muy poco acogedora, lo que hizo que me sintiera despreciable - Esta dormidita, pero te dejo la manta para que la tapes por el camino.
La cogí, y en cuanto abrió un poco los ojos, dijo mi nombre, puse su cabeza en la depresión de mi cuello y la tapé entera con la manta verde que me había dado la señora Kinddle. Le di las gracias, cogí a mi hermano de la mano, y salí del pequeño y poco acogedor hogar de la señora.
Cuando entré en mi casa eran las nueve y media de la noche, así que tumbé a mi hermana en la cuna, le dí de cenar a Bill, y se durmió mientras le contaba un cuento sobre duendes y aliens, vamos, sus temas favoritos. Después fui a la cocina a limpiar todo lo que había ensuciado, y oí el sonido de mi móvil.
Fui corriendo a mi habitación para qué, tal música no despertara a mis hermanos. Pero no era mi móvil el que sonaba, sino el mismo que "según Louis" yo había cogido.
-Qué. - dije algo furiosa.
-Eh, ladronzuela, veo que Harry no ha podido quitarte el mal humor 
-¿Ahora quién ha robado el qué?
-Bueno yo no te he robado nada, te lo has dejado sin ninguna obligación.
-¿De qué hablas? - empezaba a oír mas voces al otro lado del teléfono, y me puse nerviosa.
-¿No sentías frío en la cabeza sin tu gorro?
No me había dado cuenta de que no llevaba puesto el gorro, se suponía que lo había dejado en el bolsillo del abrigo pero no estaba. Salí al balcón para poder hablar mas alto, aunque el frío me diera en ambos brazos.
-Pues ahora te toca a ti traérmelo a mi casa -  dije sobreponiéndome -, yo cumplí con tu móvil, ahora te toca a ti.
 -No se dónde vives, ladronzuela.
-Llámame Eva ¿si? Y sí, tu amigo Larry, sabe dónde vivo.
-Harry.
-Sí, Harry.
-Voy a coger el coche, voy ahora.
-¡¿Que?! ¿Ahora?
-Si, EVA, así que ponte guapa.
-No, ahora no, mis hermanos están durmiendo, y estoy sola.
Eso de estar sola era un plus demás, ya que vivía prácticamente sola con mis hermanos. El trabajo de mi tía no le permitía dormir aquí, conmigo. Era interna, así que no me importaba que viniese gente a visitarme, aunque en esos momentos la visita de Louis a mi casa, no me agradaba nada.
-Estoy a cinco minutos, adiooos  - dijo cantando la última palabra.
Me pusé una sudadera y la bufanda blanca, bajé a la puerta principal, dejando la puerta de la habitación de mis hermanos abierta por si se despertaban. Me quedé en la entrada esperando, y lo vi. Lo vi caminando, me había dicho que iba en coche ¿no? Me miró y me enseñó el gorro con vacilación, estaba riéndose, retiré la vista de él y esperé con mi mirada fija en el suelo de la entrada de mi casa. Cuándo estuvo en frente de mí, estaba esperando que le dejase entrar, en ese momento busqué sus ojos, para que solo con la mirada amenazarlo de que era un 'no' rotundo a entrar.
-¿No me vas a enseñar tu casa?
-No, dame lo mío, y te podrás ir.
- ¿Y si me voy sin dártelo?
En ese momento se dispuso a girarse, pero lo cogí con fuerza por el antebrazo, mi fuerza era indiferente a la de él, su brazo era corpulento, intenté no dejar de mirar sus ojos para que no notará mi sorpresa al tocar su músculo.
-Vaya, cuanta fuerza.
-Dámelo -  le dije susurrando entre dientes.
-Déjame pasar - dijo el de la misma forma.
Si quería perderlo de vista, tenía que dejarle entrar esperar a que me diese mi gorro y echarlo de mi casa. Algo muy trabajoso, sobre todo la parte en esperar a que me diese el gorro. Pero no me quedaba otra. Bajé la mirada de sus ojos, y me hice a un lado para que entrase. Subió las cortas escaleras y entró en la habitación de mis hermanos, para mi sorpresa no hizo ningún ruido, solo vi que acarició el cabello de mi hermana, amarillo con un rallo de sol, casi transparente. Yo me metí en la cocina para terminar de fregar todo lo que había recogido.
-¿ También eres ama de casa?
-Si, no estoy en tu misma categoría social, lo siento - dije sarcásticamente.
-No me refería a eso, Eva -  dijo ayudándome a enjabonar los dos únicos platos que había -  ¿vives sola?
-Si... bueno no, bueno no te importa.
Empezó a secar las ollas, y me aparté para observar como lo hacía. Le deje a él, el trabajo de mi día a día.
-A mi me gustaría vivir solo.
-Ya lo haces.
-Si, se podría decir que si - dijo riendo - pero aveces añoro el silencio.
-No es tan bueno como parece - dije mientras empezaba a recordar lo alegre que era mi casa cuando estaban mis padres.
-Si - se aclaró la garganta - supongo.
Salí de la cocina, dejándolo a él con las ollas y los platos. Fui al salón a recoger los juguetes de mis hermanos, y a barrer el estropicio que habían dejado. Cuando terminé el se acercó dónde yo estaba y se sentó en el sofá. 
-Deja eso - dijo invitándome a sentarme en el sofá con él, de alguna manera logró que descansara un poco.
Encendió la tele.
-¿Nunca ves las noticias o algo que no sean dibujos?
-Yo no veo la tele, la ven mis hermanos
En ese momento me entro nostalgia, nostalgia de no haber podido llorar lo suficiente esa mañana. Empecé a apretar mis ojos con mis puños para que no me saliera ninguna tonta lágrima.
-Ven - me dijo intentando que ponga mi cabeza en su pecho-, solo quiero entrar en confianza.
No pude aguantar más, apoyé mi cabeza en su pecho, intentando no mojar de lágrimas su camisa, que parecía ser bastante cara, la tela era suave, me gustó.
Y en ese momento, me sentí segura, segura con un completo extraño, pero me sentí bien.

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